En Octubre del año 1933 se descubrió uno de los espacios de arte rupestre más sorprendentes que se conocen. Se trata de la Cueva de los Nadadores (Cave swimmers) en pleno desierto Líbico. Éste enigmático lugar en realidad se conoce como Wadi Sora, situado en el Sudoseste de Egipto a lo largo del borde occidental de la meseta de Gilf Kebir.
La cueva fue descubierta por László Ede de Almázy de Zsadány y Törökszentmiklós (1895-1951) apodado Abu Ramla "Father of the Sands". Húngaro de nacimiento, de familia noble pero sin título, se pasó la vida estudiando el desierto. Fue de todo, aviador, investigador, arqueólogo, soldado, explorador, geógrafo y participó en las dos guerras mundiales. Se pasó al bando alemán durante la II Guerra Mundial, incluso tuvo varios encuentros con el zorro del desierto Rommel de cuyas manos recibió la Cruz de Hierro. En su haber expedicionario junto a Sir Robert Clayton y Patrick Clayton destaca el descubrimiento de Zerzura "El oasis de los pájaros", un lugar mítico del que ya hablan escritos que datan del siglo XIII. En ellos se mencionan una ciudad que es "blanca como una paloma" a la que llamaban "Oasis de las pequeñas aves". Su obsesión por el desierto le llevó incluso a la búsqueda del ejército del rey persa Cambises II. Según Herodoto (Historia, III, 26) fue sepultado durante el desayuno por una gran tempestad de arena, hace 2.500 años en su marcha contra los amonitas del oasis de Siwa.
La cueva de los nadadores era ya conocida por los beduinos mucho antes de la llegada de los ingleses y los italianos al desierto líbico. Éstos atribuían las pinturas a un Djinn (espíritu, fantasma), capaz de dar vida a un ejército de nadadores: figuras humanas nadando en medio de la nada, flotando entre las paredes de cuevas y galerías en pleno desierto, incapaces de imaginar un oasis eterno, hace ya miles de años...; Lo que sí sabemos es que las pinturas representan con toda fiabilidad la existencia de un oasis muy extenso, en donde habitaban orix, jirafas, antílopes, y humanos que disfrutaban de la natación.
La figura de Almázy ha estado siempre envuelta por la confusión y la incredulidad. Escribió varios libros entre los que destacamos "Nadadores en el desierto" donde combina las hazañas bélicas con el amor al desierto, sus misterios y los conocimientos para vivir en él, desde la importancia para descifrar los rastros de los vehículos hasta los excrementos de camello. Escribió otro libro que casi le cuesta la vida, "Con el ejército de Rommel en Libia", en el que Almázy explicaba en 1943 con tono entusiasta sus muchas hazañas bélicas enrolado en el Afrika Korps como asesor del mariscal en materia de desierto, agente de inteligencia y jefe de aventureras patrullas alemanas tras la líneas enemigas. Los rusos y comunistas húngaros quisieron enjuiciarle por ello después de la guerra acusado de escribir propaganda fascista pero finalmente se libró del paredón gracias a la intervención de los servicios secretos aliados para los que trabajó como agente doble durante la II Guerra Mundial. Almázy cayó enfermo en 1951 durante una visita a Austria, donde murió de disentería en un hospital de Salsburgo. En el epitafio de su tumba sus compatriotas húngaros grabaron en 1995: "Pilot, Saharaforscher und Entdecker der Oase Zarzura" (Piloto, Explorador del Sahara y descubridor del Oasis de Zerzura).
He disfrutado leyendo su blog, particularmente esta entrada. La articulación de historia, arte y geografía que hace en ella me ha resultado de lo más atractiva y agradable de leer. Quisiera participarle también de un efecto de lectura, que no dejó de sorprenderme. Antes de terminar de leer la entrada, vino a mi conciencia el primer libro que yo leí en mi vida, hace ya más de cuatro décadas. Es un libro que le propongo para su comentario en el blog. Su título es "Bestias, hombres, dioses". Lo escribió una de esas personas singulares que produjo el cambio de siglo pasado, un sabio ilustre, químico, político, militar, ingeniero, escritor en varias lenguas, pero que hubo de vivir como un Robinson Crusoe y viajar como un Marco Polo durante cierta época de su vida. Fue un polaco de nombre Ferdinand Antoine Ossendowski. El libro está editado en español en 1955. Yo le animo a su lectura, de la que no dudo sabrá disfrutar.
ResponderEliminarGracias por su comentario. No le quepa duda que una de las siguientes entradas estará dedicada a Ferdinand Antoine Ossendowski, no conocía nada de la historia de éste ilustre polaco, muy interesante la recomendación del libro.
ResponderEliminarMe gusta y esta claro nada es eterno.
ResponderEliminarQuerida Beatriche: He despertado esta noche sofocado en mi sudor luego de un sueño en el cual yo era el propio Almázy. Más tarde, víctima del insomnio he buscado en Google "la cueva de los nadadores" y me topé con su extraordinaria narración, gracias a la cual he atinado a escribir lo siguiente: "Esa noche él soñó que atravesaba las dunas de un desierto en un mamífero artiodáctilo e hirsuto. Despertó ahogándose en el fondo de un cuerpo de liquido incoloro e inodoro que paradójicamente era dulce".
ResponderEliminarVaya Nivram, desde luego que el sueño ha sido fuente de inspiración!. Gracias por el comentario, el personaje de Almázy siempre es digno de estudio y de recuerdos!. Un saludo.
ResponderEliminarLos epígrafes de su blog dicen mucho.
ResponderEliminarTrato de ser lo más terrenal posible, sin embargo, su selección y colección de sucesos y personajes, seguro que alienta a cualquiera a viajar (aunque sea mentalmente), hacia estos lugares tan interesantes.
Almázy siempre es una referencia a los que nos gustan los relatos de aventura. Gracias por su comentario. Un saludo!
EliminarUn reseña muy concisa y util. Gracias.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Un saludo!
EliminarGracias por compartir está valiosa información.
ResponderEliminarAcabo de ver El paciente ingles. Emocionante 🤗
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