Más allá de las islas remotas encontré tu sonrisa envuelta en hielo.
Más allá de la isla remota de tu pensamiento me refugié de mi soledad.
Más allá de la costas y los puertos sin nombre hallé la puesta de sol más bella reflejada en tu rostro.
Más allá de tu silencio y tu caricias furtivas que navegan en mis sueños...
OCÉANO PACÍFICO-ISLA PITCAIRN (Reino Unido)
25º 3´ Sur
130º 6´ Oeste
45 km2 / 48 habitantes
No existe mejor escondite que esta isla, apartada de las rutas comerciales y mal ubicada en los mapas del Almirantazgo Inglés. Se habían sublevado y sus acciones deberían ser juzgadas, probablemente con la pena máxima, pero no era posible regresar a casa, no para esos hombres ni para sus mujeres, raptadas en Tahití. En Inglaterra los habrían encarcelado de por vida, pero tras el naufragio no tuvieron más remedio que dejarlos presos en Pitcairn: "Aquí os quedáis, esta es otra forma de acabar con vosotros", les dijo Christian Fletcher, cuando acamparon alrededor de una hoguera, cuyas ascuas fueron usadas más tarde por los sublevados para incendiar la Bounty y así evitar un posible regreso a casa, donde los habrían condenado a morir en la horca. El oficial Christian Fletcher fue víctima de la segunda sublevación y luego vinieron una tercera y una cuarta. Apenas hubo supervivientes a estas masacres continuadas. "Tengo curiosidad por saber qué les sucedió a los marineros sublevados. ¿Por qué se quedaron en Pitcairn, matándose mutuamente durante dos largos años? ¿Qué le sucede a la naturaleza humana, que permite que los hombres sean violentos incluso en una isla tan paradisíaca? ¡Esto es lo que me interesa!" Estas fueron las últimas palabras de Marlon Brando, quien según un contrato vinculante, tiene el control artístico de esta escena; se trata de la muerte de Christian Fletcher: el oficial yace sobre el suelo, sólo se puede ver su cabeza, ya que una manta lo tapa hasta la barbilla para ocultar las quemaduras. Tiene la cara empapada de sudor y surcadas de manchas de hollín, sus ojos entreabiertos brillan en la oscuridad, sus cejas se levantan y vuelven a bajar y su boca (la de Marlon) pregunta con un estertor si él (Fletcher) se está muriendo. Hasta ese momento, este hombre no era más que una diva de esencias y perfumes, un dandy en los mares del Sur, con batín de seda, babuchas puntiagudas, voz suave y una rosa roja detrás de la oreja, que aparecía y desaparecía de la superficie de setenta milímetros del negativo de la película y de vez en cuando olvidaba su impostado acento británico. "Qué inútil fue todo". Su rostro se paraliza y su mirada se apaga; la cámara realiza una panorámica y puede verse cómo los restos quemados de la Bountyse hunden en el mar.
Atlas de Islas Remotas de Judith Schalansky. Nórdica libros 2014
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