Ha llegado el mes de Agosto y como es costumbre por estas fechas suele caer un libro de Xavier Moret en mis manos.
Los últimos veranos he disfrutado de su lectura a través de "América, América" o "La memoria de Ararat", pero estos días tocaba disfrutar de "Boomerang-Viaje al corazón de Australia".
Australia no es sólo una isla o un continente, es mucho más. Podría ser la suma de un todo y a la vez de la nada porque su naturaleza es tan hostil y a la vez tan bella que te aleja de la realidad.
Moret emprende un viaje en solitario. Visita sus grandes ciudades como Sydney, Melbourne, Camberra y sale en busca de lo desconocido: paisajes infinitos, mares y océanos salvajes, animales únicos y una población aborigen diezmada por el hombre blanco.
Si retrocedemos en el tiempo descubriremos al holandés Willem Jansz como el primer navegante occidental que desembarcó en la isla, allá por 1606. Según las crónicas escritas hizo una descripción de la zona como la región más árida y estéril y a sus habitantes los tachó de pobres y desgraciados.
Si avanzamos en el tiempo un poco más, como un siglo y medio seremos testigos de la llegada a las costas australianas de la persona a la que se le atribuye el verdadero descubrimiento del continente. Este es el inglés James Cook (1728-1779) que a bordo del Endeavour capitanea una de las expediciones científicas más relevantes y cuyo objetivo fue el de observar el tránsito de Venus desde la superficie del sol. Desde ese momento el misterio que envolvía aquella tierra-Terra Australis Incognita-ya tenía un lugar marcado en las cartas de navegación. La cartografía había conquistado otro continente.
Yo nunca había sentido una especial atracción por este lugar del mundo. Demasiado extenso, árido, vasto, con una sensación de territorio infranqueable, infinito, inabarcable.
Tras su lectura Moret consigue que fijes la atención en paisajes que sólo puedes encontrar allí, porque sólo es en Australia dónde se encuentra la roca más mágica del planeta.
El Uluru o Ayers Rock (como la conocen los europeos) es una roca de 3,6 kilómetros de largo y 348 metros de alto. Para los aborígenes es sagrada y nunca se suben a ella, su carácter mágico la hace única, por eso jamás la pisan, sólo la observan, la estudian y la miman, como si fuera una divinidad. La hordas de turistas la pisotean con el objetivo de plasmar sus caras en su selfie que pronto quedará oculto en el tiempo.
Moret continúa viaje y hace una parada en un lugar llamado Alice Springs siguiéndole la pista a Bruce Chatwin (1940-1989) y su libro "Los trazos de la canción". Esta pequeña población tiene una librería cuya propietaria llamada Iris Harvey se dedica(ba) a vender libros y cuadros de pintores aborígenes. Resultaba de lo más interesante encontrarse con una mujer que dejó Europa tras la II Guerra Mundial para instalarse en medio del desierto australiano. Rodearse de la literatura de los clásicos y la historia local parecía la entrada a una nueva dimensión en medio de la nada.
Y por fin llegamos a una ciudad llamada Darwin, bautizada así en honor al naturalista Charles Darwin que arribó a estas costas en su viaje alrededor del mundo a bordo del Beagle entre 1831-1836.
Esta ciudad, capital del Northern Territory sirve de avituallamiento a todos los viajeros que llevan muchos kilómetros a sus espaldas tras superar el inhóspito Outback, la arena y una sed de mar como pocas veces se puede llegar a sentir!
Darwin comenzó a cobrar importancia cuando en el año 1871 se descubrió oro en lugar llamado Pine Creek a unos docientos kilómetros al sur. Es a partir de entonces cuando Darwin se convierte en el puerto de entrada y salida de mercancías, buscadores del preciado metal y sobre todo punto estratégico en las comunicaciones con Asia.
Esta ciudad ha sufrido dos catástrofes por las que tuvo que ser reconstruida casi en su totalidad.
La primera ocurrió durante el ataque aéreo japonés durante la II Guerra Mundial. La flota aérea fue la misma que atacó Pearl Harbor al comienzo de la guerra y ha supuesto el mayor ataque bélico que ha sufrido Australia hasta la fecha.
La otra catástrofe ocurrió en 1974 cuando el ciclón Tracy arrasó literalmente la ciudad con el 70% de los edificios destruidos.
A unos 170 kilómetros de Darwin nos encontramos con una de las maravillas del país. Se trata del Parque Nacional de Kakadu, una extensión del territorio plagada de accidentes geográficos, planicies inundables habitadas por cocodrilos marinos y abrigos rupestres como Ubirr, Nourlangie y Nanguluwur, en los que el hombre ha dejado su huella desde hace más de 20.000 años.
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