El alma que ha visto, lo mejor posible, las esencias y la verdad, deberá constituir un hombre, que se consagrará a la sabiduría, a la belleza, a las musas y al amor. Platón, Fedro o de la belleza.
Perhaps he knew, as I did not, that the Earth was made round so that we would not see too far down the road. Isak Dinesen
Sólo vemos lo que miramos. Mirar es elegir. John Berger
Y cogeré hasta el final de los tiempos, las plateadas manzanas de la Luna, las doradas manzanas del Sol. William Butler Yeats

martes, 31 de enero de 2012

El mito de la Antártida

 
Se acaban de cumplir cien años de la llegada del hombre al Polo Sur (1911-2011). Los 90º Sur, esa codiciada latitud por la que muchos viajeros han dado su vida. Un lugar mítico en  la historia de las exploraciones geograficas. El vasto continente helado situado en el extremo sur del globo. ¿Pero desde cuando la Antártida se convierte en algo más que un mito y emerge como una realidad para el hombre? En la imaginación de la Grecia Clásica se la consideraba un lugar inhóspito creado para equilibrar las tierras del norte. Ptolomeo, cartógrafo griego del siglo I, creía que el Océano Índico estaba rodeado de una gran masa de tierra al sur, idea rescatada en el Renacimiento y plasmada en los mapas por numerosos cartógrafos europeos de la época. El concepto de Terra Australis Ignota (Tierra desconocida del Sur) se basa en prejuicios relacionados con la simetría geométrica.

Mapamundi de Abraham Ortelius (1570).

¿Pero a quién se le atribuye el descubrimiento o el avistamiento de tierra antártica? A comienzos del S.XVII los reinos europeos proyectaban toda su ambición en la conquista de los Océanos y en potenciar los descubrimientos geográficos. El Mediterráneo deja de ser el eje central del comercio cediéndole todo el protagonismo al Océano Atlántico, que se convierte en la nueva vía de comunicación entre los dos continentes, el Antiguo y el Nuevo Mundo. La conversión de España, Portugal, Holanda e Inglaterra como potencias marítimas de primer orden con sus grandes imperios provoca la aparición de interminables conflictos a consecuencia de la imprecisión para fijar los límites de las colonias. El auge de la burguesía llevará a los habitantes de la vieja Europa hacia las nuevas tierras descubiertas sobre un mundo que se vuelve "esférico". Pero empecemos por situarnos geográficamente: América, el Nuevo Mundo, Las Indias, se convierte en la nueva fuente de riqueza que atrapa la codicia del Viejo Mundo y arrastra a un tercio de la población europea a la conquista y exploración de un continente que acaba de nacer. Así, los Países Bajos se convierten en la primera potencia. Los flamencos lanzan todo su poder hegemónico a la conquista del comercio, la ciencia y la cultura, batiéndose con la otra gran potencia europea del momento, el Imperio Español, que comenzaba a dar síntomas de decadencia y falta de liquidez económica. Alrededor del año 1600 se contabilizan un millar de navíos mercantes propiedad de los holandeses, que se consolidan en la fachada atlántica e instalan su base en Pernambuco.

Grabado de Frans Huys de un original de Pieter Brueghel

Pero regresemos al principio: ¿Quién llega primero a la Antártida? De antemano diremos que no se conserva ningún documento que demuestre la autoría de la primera embarcación que pisó tierra austral. Lo que se conservan son relatos y crónicas que ofrecen datos de  expediciones que por azar (supuestamente) avistaron el sexto continente.
Una de las teorías que se manejan es la protagonizada por el gran marinero holandés Dirk Gherritz. Entre 1599-1600, cinco navíos armados por algunos comerciantes de Rotterdam, se dedicaron a saquear gran parte de las colonias portuguesas de África. En su afán conquistador decidieron poner rumbo al Continente Americano. Es entonces cuando la mala suerte hace presa de los holandeses. Comienza un ciclo de penalidades, hambre, frio, de continuas y violentas tempestades. Dos de los navíos son arrastrados hacia latitudes australes. La separación de las naves marca un instante definitivo: es ese desencuentro lo que convierte a la expedición en leyenda y surge la tesis del descubrimiento de la Antártida por uno de los capitanes del navío: Dirk Gherritz. A pesar del supuesto hallazgo, los marineros de la época se preguntaban si la Tierra de Fuego es isla o tierra firme, difieren en sus juicios: "la tierra como islotes, pero no se puede determinar si los son", otros piensan o "entienden que la costa de la parte austral es tierra firme". La falta de unanimidad entre unos y otros da que pensar. Si en efecto los holandeses hubiesen alcanzado tierras antárticas y tuviesen el propósito de ocultar su hallazgo...ésto podría ser considerado como una demostración más de la autenticidad de su narración. ¿Pero qué sucedió con Gherritz y su tripulación? La embarcación que supuestamente quedó a la deriva, el Ciervo Volante, fué capturada por los españoles. El testimonio de Gherritz, hecho en portugués, pues había vivido unos años en Goa (India), aparece confirmado por las declaraciones de algunos de los prisioneros holandeses, efectuadas ante un intérprete y un escribano. Todo coincide, excepto la latitud, en que Gherritz sobrepasa en un grado el cálculo hecho por el condestable y el contramaestre. Pese a todo no hay en las disposiciones diferencias de sustancia. En los Archivos Reales de La Haya (Holanda) existe un manuscrito con las instrucciones preparadas con ocasión de la expedición. La declaración de Jacobo Dircx, segundo piloto del Ciervo Volador, señala con bastante precisión: "...El 4 de Septiembre de 1599 salieron del Estrecho de Magallanes al Mar del Sur y al tercer día fueron separados de los otros barcos por una gran tormenta, y por tres veces cayeron en los 50º latitud Sur, otras dos a los 55º S y una a los 56º S, de ahí navegaron hacia la bahía de Valparaíso, donde al descender a tierra, su capitán, Gherritz fue herido y hecho prisionero junto a toda su tripulación, lo cual sucedió el 17 de Noviembre de 1599".


La otra teoría  le atribuye el descubrimiento de la Antártida al navegante español, Gabriel de Castilla (Palencia 1577-Lima 1620), el cual se pasó más de la mitad de su vida en tierras del Nuevo Mundo. Pero no voy a relatar los diversos acontecimientos de los que fue protagonista, lo importante en éste caso es dilucidar, si cabe, su gran descubrimiento. A finales del S.XVI, a Gabriel de Castilla se le encomendó la misión de pacificación (de las recientes sublevaciones araucanas), el reconocimiento geográfico de Chile y detener en lo posible las contínuas incursiones de piratas holandeses. Todo ese cometido lo realizaría como máximo responsable y titular de la Armada del Sur. Dicha Armada tomó medidas de precaución decisivas para afrontar posibles ataques: una de ellas fue que de Noviembre a Marzo se mantendría a Gabriel de Castilla en la costa chilena con dos galeones y la otra la construcción de nuevos barcos para restituir a la escuadra a su nivel de combate. A finales de 1602, cumpliendo la orden del Virrey, Gabriel de Castilla se situó en Valparaíso, de allí, emprendería en Marzo de 1603 el primer viaje de exploración antártica del cual se tiene una prueba documental: la declaración de Lauren Claesz y la información dada por el Virrey a S.M el Rey indicando que la escudrilla de Gabriel de Castilla patrullaría la costa chilena todos los años. Otra de las pruebas documentales que afianzan la llegada a la Antártida se debe a la publicación en 1622 en Amsterdam de una una versión latina de la "Historia de las Indias Occidentales" de Antonio de Herrera realizada por Casparus Barlaeus bajo el título "Novis urbis sive descriptio Indiae Occidentalis" en donde se dió la primera noticia de un descubrimiento antártico, verdadero o apócrifo pero convincente por los detalles que contenía: los 64º de latitud Sur (el punto más austral nunca antes explorado) y la descripción de una tierra alta y montañosa cubierta de nieve. No hay una sola mención en los anales de historia de las navegaciones australes de un descenso tan profundo hasta los 64ºS. Debemos esperar pues a la circunnavegación del navegante inglés James Cook a finales del siglo XVIII para volver a tener noticias de un punto austral tan alejado, en éste caso fueron los 71º 10´ Sur.

Historia de las Indias Occidentales. Antonio de Herrera

Volviendo a las fuentes escritas, el autor norteamericano y autoridad en exploraciones polares, Edwin Swift Balch, mantiene la teoría de que "La Antártida posiblemente haya sido descubietra por el almirante español Gabriel de Castilla, Maestre General de Campo en la Guerra de Arauco, Chile, según declaraciones de Claesz realizadas en Holanda en 1608, quien navegó a las órdenes de Gabriel de Castilla". En todo caso, Lauren Claesz, es el único navegante al que se le reconoce por sus declaraciones haber alcanzado los 64º latitud Sur. El explorador y geógrafo francés, Jules Dumont D´Urville, como la mayor parte de los historiadores antárticos, corrobora casi doscientos años después, la autoría de Gabriel de Castilla como el descubridor, es más, se atreve a estimar que los 64º Sur corresponden a las islas Shetland del Sur. Los primeros indicios en  la cartografía de las regiones australes se debe al mapa del Padre Coronelli dibujado en Venecia en 1696, carta dedicada a Pietro Foscarini, en la que se menciona a Hernando Gallego que navegó éstos mares entre 1575 y 1578 "...se dejan ver islas contínuas y dipersas".
El pleito establecido durante años sobre la autoría del descubrimiento, Dirck Gherritz o Gabriel de Castilla, forma parte ya del pasado, lo relevante para la exploración es que ambos han contribuido a incorporar una dimensión nueva del mundo, determinante para la Historia Antártica.

Base antártica española Gabriel de Castilla en la Isla Decepción
 *Destaco el magnífico artículo escrito por el embajador e historiador chileno, Jorge Berguño Barnes "Un enigma en la historia antártica: El descubrimiento de las Islas Shetland del Sur", publicado en el Boletín Antártico Chileno. Vol.9 nº2. Julio-Diciembre 1989.
Base antártica Gabriel de Castilla

lunes, 16 de enero de 2012

El hombre más odiado de América.

Felipe IV. óleo sobre lienzo, 129,8 cm × 99,4 cm.

¿Qué hace el retrato de Felipe IV pintado por Velázquez en pleno corazón de New York? O el retrato de Tomas Moro pintado por Holbein en 1527? Es dificil averiguar cómo distintas obras han conseguido cruzar el charco y plantarse de lleno en las Américas formando parte de una de las colecciones de arte más importantes del planeta.
Todo comienza a mediados del siglo XIX en la localidad de West Overton, en Pennsylvania. 
Henry Clay Frick, hijo de un acaudalado comerciante, se convierte con tan sólo treinta años en uno de los hombres más ricos de toda América. El sueño de hacer dinero se transformó en una realidad para Frick gracias a la industria del carbón, motor esencial en la economía estadounidense de un país devastado por la Guerra de Secesión (1861-1865). Ese motor que rugía en las entrañas de toda una industria armamentística, favoreció a los estados norteños en la producción de armas de fuego, lo que le valió a Frick el podium en la fabricación en serie de cualquier artefacto manufacturado en acero.
Henry Clay fundó la Frick & Co junto a su socio Andrew Carnegie. Juntos producen coque a partir del carbón en un momento decisivo, y en Pittsburgh, donde surge con fuerza la industria siderúrgica, siendo el coque el "ingrediente" más importante en la fabricación del acero. Ambos socios controlan el mayor funcionamiento integrado de acero y hierro nunca antes propiedad de un particular en los EEUU, lo cual les proporciona el negocio más lucrativo hasta entonces, la producción en masa de raíles de acero para vías férreas.

 

Así surgió el ferrocarril, creándose una red de transporte mecanizada a escala nacional que revolucionó la sociedad y la economía de un país que viajaba a toda "máquina". Es famoso en los EEUU el periodo conocido como el Imperio del Acero (entre 1885 y 1900). Tan solo quince años, que a primera vista no bastarían para el desarrollo de una civilización, pero que fueron tiempo suficiente para revolucionar el concepto del movimiento, de las comunicaciones y de la sociedad.
Toda fortuna amasada en tan poco tiempo tiene una repercusión directa en los productores de la misma. Seguramente Frick no se planteaba en qué situación vivía cada uno de sus trabajadores. Bueno o quizá sí. La cuestión es que conforme aumentaba la fortuna de Frick disminuía su popularidad. A comienzos de 1892 Frick decidió reducir el salario de sus obreros y cerrarles su sindicato. Cuando los obreros no aceptaron el recorte salarial, "el amo" los despidió a todos y contrató a la agencia de seguridad Pikerton para proteger a los esquiroles. El desastre fue brutal, los enfrentamientos dejaron un saldo de siete muertos, por lo que el Estado entró en acción: el gobernador hizo que fuese la milicia armada para proteger a los esquiroles que llegaban.



Los líderes de la huelga fueron acusados de asesinato y el resto, al no disponer de recursos volvieron al trabajo. Eso sí, incluidos en una lista negra. Hubo quien incluso atentó contra la vida del magnate del acero. Un joven anarquista llamado Alexander Berkman se presentó en el despacho de Frick e intentó asesinarle de un disparo, aunque tan sólo le hirió en un brazo. Se le condenó a catorce años de prisión.
Ya en su madurez, Henry Clay Frick comenzó a coleccionar obras de arte para su casa de New York. El resultado fue una de las colecciones privadas más importantes de la época. La casa es en la actualidad un museo en pleno corazón de Manhatan conocido con el nombre de Colección Frick.

1 de la calle 70 Este, es su cruce con la Quinta Avenida.

 
Entre las dieciséis galerías que forman el museo podemos encontrarnos con algunas de las obras más conocidas de varios maestros de la pintura europea, obras de escultura, porcelana, muebles, esmaltes, alfombras...; en la colección se muestra la obra maestra de Jean-Honoré Fragonard "El progreso del amor"(1771-1773) óleo sobre lienzo o el retrato de "Felipe IV" pintado por Velázquez (1644),  adquirida por el millonario industrial en el año 1911, dicho retrato se realizó en Fraga (Huesca) mientras tenía lugar el asedio de Lérida conquistada por los franceses y recuperada por Felipe IV en 1644.

Oficial y muchacha sonriendo. Óleo sobre lienzo, 49,2 x 44,4 cm.

Otra de la obras expuestas es "Oficial y muchacha sonriendo" (1658-60), del genial pintor holandés Vermeer.
Henry Clay Frick murió un 2 de Diciembre de 1919.

Henry Clay Frick
Frick Collection