El alma que ha visto, lo mejor posible, las esencias y la verdad, deberá constituir un hombre, que se consagrará a la sabiduría, a la belleza, a las musas y al amor. Platón, Fedro o de la belleza.
Perhaps he knew, as I did not, that the Earth was made round so that we would not see too far down the road. Isak Dinesen
Sólo vemos lo que miramos. Mirar es elegir. John Berger
Y cogeré hasta el final de los tiempos, las plateadas manzanas de la Luna, las doradas manzanas del Sol. William Butler Yeats

miércoles, 12 de febrero de 2020

El jinete pálido


Hospital de campaña. Funston (Kansas). 1918.

LLevamos semanas escuchando en las noticias la amenaza mundial que supone para la especie humana el contagio y propagación de un virus llamado "coronavirus", una nueva cepa del mismo que hasta ahora se desconocía. Los síntomas son similares a cualquier gripe, tos y dificultad para respirar, fiebre, insuficiencia renal, lo que puede desencadenar  incluso en la muerte.
Los coronavirus, como así los llaman, se pueden propagar de animales a personas (transmisión zoonótica). Sabemos que hubo contagios de la civeta (una especie de mamífero carnívoro, parecido al mapache y que vive en la India, Sur de China e Indochina), o del pangolín, otro mamífero pequeño, cubierto de escamas, cuyo comercio ilegal está muy extendido en países del Sureste asiático.

Pangolín

Las propagación de una pandemia no es cosa del pasado. Cuando hablamos de una enfermedad que, de repente se expande y contagia a una gran parte de la población, nuestras mentes viajan al pasado, a ese año nefasto para la población europea, al 1348, año de la peste negra. Aquel brote vino de Oriente, desde donde pasó a las ciudades italianas que mantenían una gran actividad marítima y mercantil con esas zonas de Oriente Medio y Asia. En éste caso la enfermedad la transmitían las pulgas y piojos alojadas en los cuerpos de las ratas y otros roedores. La Peste Negra acabó con un tercio de la población europea, unos 20 millones de personas. 



En el 1918, en pleno ecuador de la I Guerra Mundial, se produjo una de las pandemias más mortíferas para la Humanidad. Hablamos de la conocida como "Gripe española", llamada así erróneamente con el fin de ocultar su efecto más devastador entre los países que participaron en la Gran Guerra. España, al declarase neutral no tuvo reparos en informar abiertamente sobre los terribles efectos de dicha enfermedad, caso contrario al resto de países europeos, que inmersos en la guerra optaron por ocultar sus efectos bajo una estricta censura militar.
El primer caso de gripe española apareció en los EE.UU, concretamente en el campamento de Funston en Fort Really, (Kansas), un soldado que se preparaba para ir a la Gran Guerra. Paralelamente, en Francia, apareció otro segundo brote, enfermando de manera irrefrenable soldados y población civil. Ambos bandos, alemanes y franceses pensaron, incluso,  que se estaban enfrentando a un arma biológica. -¡Es una venganza por el gas mostaza!-pero esa enfermedad en realidad estaba en el aire, en el tacto...era indudablemente "la  gripe".



Por entonces, en España, la zarzuela trajo una canción que terminó haciéndose muy famosa, ésta era, "La canción del olvido. Soldado de Nápoles" de José Serrano. Así fue como el pueblo de Madrid, ante la adversidad, adjudicaron "otro" nombre a la temible enfermedad. A la gripe española se la empezó a conocer como "Soldado de Nápoles", quizás para contrarrestar el dolor ante tanta muerte y enfermedad...la letra hizo el resto.




La mayor pandemia hasta entonces conocida acabó con la vida de 50 millones de personas, cinco veces más que la guerra.

* "El jinete pálido. 1918: la epidemia que cambió el mundo" de Laura Spinney (2018).