El alma que ha visto, lo mejor posible, las esencias y la verdad, deberá constituir un hombre, que se consagrará a la sabiduría, a la belleza, a las musas y al amor. Platón, Fedro o de la belleza.
Perhaps he knew, as I did not, that the Earth was made round so that we would not see too far down the road. Isak Dinesen
Sólo vemos lo que miramos. Mirar es elegir. John Berger
Y cogeré hasta el final de los tiempos, las plateadas manzanas de la Luna, las doradas manzanas del Sol. William Butler Yeats

viernes, 4 de mayo de 2012

"Doctor Livingstone, supongo"

Stanley & Livingstone by Henry King. (1939)

A veces la Historia nos sorprende con hechos realmente curiosos. El de hoy unió a dos hombres en un encuentro "nada casual". No existía ningún vínculo de amistad, ni de trabajo entre ellos, sino más bien un afán por los descubrimientos en una época en la que ser explorador era todo un oficio. Aquellos fueron días gloriosos para la conquista del territorio y también fueron días que muchos hubieran  querido olvidar y borrar de sus vidas.
Pero comencemos por conocer el hecho que les presentó. A mediados del siglo XIX llegaron a África procedentes de Europa todo un elenco de personajes, desde misioneros, exploradores, agentes comerciales a déspotas ilustrados que perseguían su ego en las entrañas del continente.  Por entonces África era el último pedazo de tierra desprovisto de demarcaciones y nombres, los espacios en blanco ocupaban la totalidad de mapas y el desconocimiento de su orografía sumaban otra dificultad para su exploración. No existían mapas indicativos de ríos, lagos, montañas y menos aún de carreteras. Aquello se convirtió en un misterio para el hombre blanco.



 Uno de los primeros en llegar fue David Livingstone (1813-1873), escocés de nacimiento y misionero de profesión. Pertenecía a la Iglesia Congregacional o lo que es lo mismo, cualquier iglesia protestante de origen calvinista que practica el gobierno "congregacionalista", es decir, que cada uno maneja sus asuntos de manera independiente y autónoma. A Livingstone se le considera a día de hoy como uno de las mayores figuras de la historia de la exploración, ya no sólo por sus estudios en el campo de la zoología, botánica y geología, sino porque fue el primer "blanco" en divisar en el año 1855 lo que la tribu de los Makololo llamaban humo que truena, es decir las cataratas del Zambeze, lo que todos conocemos por Cataratas Victoria (en honor a la reina Victoria de Inglaterra). A partir de este descubrimiento cambiaron por así decirlo las preferencias y los ideales de Livingstone. Su labor evangelizadora pasó a un segundo plano. Es entonces cuando siente que África le ha atrapado y necesita seguir descubriendo territorios y abrir nuevas vías de comunicación. Para ello viaja de nuevo a Inglaterra solicitando fondos para su siguiente expedición y de paso "dimitir" de la sociedad misionera a la que había pertenecido. Entre los años 1858 y 1863 exploró la zona comprendida entre el lagoo Nyassa y el río Zambeze, clave por su navegabilidad y arteria principal de la zona. De ahí pasaron a los rápidos de Kabrabasa sufriendo grandes dificultades, y si a esto le añadimos la aparición de enfermedades en los miembros de la expedición, el fracaso de la misma era ya un hecho. Su esposa Mary y su hermano Charles murieron de disentería y encima el encontronazo con el mayor comerciante de esclavos de toda África, un tal Tippu Tip, les hizo plantearse su vuelta a Inglaterra.



Por entonces el Imperio Británico en su afán colonizador no se conformaba con haber descubierto el nacimiento del río Nilo por parte del oficial John Hanning Speke. Londres necesitaba corroborarlo y la Royal Geographical Society lo ansiaba, tarea que le encomendó a Livingstone.
De nuevo en África la expedición toma rumbo desde Zanzibar al interior del continente, pasando por Tanzania y adentrándose en los lagos Bangweulu y Moero y el río Lualaba, identificados erróneamente como el Nilo y que en realidad constituían la cabecera del rio Congo.
Es a partir de este momento cuando se le pierde la pista a Livingstone. La primera vez que llegó a África nuestro hombre contaba con la edad de 28 años y desde entonces hasta ahora llevaba más tiempo viviendo en África (entre una y otra expedición) que toda su infancia y adolescencia en Inglaterra.  Nadie sabía nada de él, no llegaban noticias de ninguna expedición que le hubiera visto, no se recibían cartas, no había señales que indicasen que seguía vivo, pero es que tampoco nadie le había visto morir. Livingstone había perdido el contacto con su otro "mundo".

Henry Morton Stanley

Es ahora cuando aparece en acción la figura de un personaje clave en su búsqueda. El editor del New York Herald con sede en París le pide a su corresponsal, Henry Morton Stanley que busque a Livingstone, esté donde esté. De esta manera nos relata Stanley sus primeras impresiones sobre tan "inusual" encargo por parte de su periódico:
"El 16 de Octubre del año 1869, cuando me hallaba en Madrid y en mi casa de la calle de la Cruz, me presentó mi criado a eso de las diez de la mañana, un parte telegráfico expedido por el señor James Gordon Bennet, director del New York Herald, de quien yo era corresponsal. Rasgué el sobre y leí lo que sigue: "Vuelva a París, asunto importante" .
Cuando llegué a París fuí directamente al Gran Hotel, donde estaba alojado entonces el director del New York Herlad; llamé a su puerta y contestó una voz:
-Entre
El señor Bennet estaba acostado pero se pudo al momento su bata y me preguntó:
-¿Quién es usted?
-Stanley
-Ah! ya sé; tome asiento; se trata de confiarle una misión importante. ¿Dónde piensa que se halla Livingstone?
-Verdaderamente, no puedo decirle nada, caballero.
-¿Cree que ha muerto?
-Es posible que si; puede ser que no.
-Pues a mí me parece que está vivo y que se le podría encontrar y le envío en su busca.



Stanley pone rumbo a Zanzíbar organizando una expedición a la aldea de los Ujiji, cerca del lago Tanganica.  Parece ser que las últimas noticias que se tuvieron de Livingstone le ubicaban muy cerca de esta zona, pero nadia había vuelto a saber nada sobre él, la única pista con la que contaba Stanley era la poca información que iba recopilando en aldeas diseminadas por tan vasto territorio. Por fin y tras meses de búsqueda se produjo el encuentro:
"Mientras avanzaba lentamente, pude observar su palidez y su aspecto de fatiga: llevaba un pantalón gris, un chaquetón rojo, y una gorra azul con galoncillo de oro. Hubiera querido correr hacia él, pero me sentí cobarde ante aquella multitud; hubiera querido abrazarle pero él era inglés y yo ignoraba cómo me recibiría. Hice pues lo que me inspiraron la cobardía y un falso orgullo; me acerqué deliberadamente y dije descubriéndome:
-¿El Doctor Livingstone, supongo?
-Sí, caballero-contestó con benévola sonrisa, descubriéndose a su vez.
Entonces nos estrechamos las manos".

Stanley encuentra a Livingstone en un estado deplorable. Enfermo y sin apenas recursos deciden dirigirse  juntos al rio Tanganica. Tras varios meses de  expedición y cansados, Stanley decide regresar a Inglaterra, no así Livingstone, que no cesaba en su búsqueda del nacimiento del rio Nilo. Tras su separación las cosas volvieron a empeorar. Livingstone cae enfermo de malaria, eso, junto a una hemorragia motivada por una disentería acaban con la vida de tan ilustre explorador. Su muerte se produce el 1 de Mayo de 1873 en un pequeño poblado del lago Bangweulu, en Zambia. Se podría calificar la vida de Livingstone como una gran viajera, pero ¿y su muerte?. Para repatriar su cadáver decidieron conservarlo en sal hasta llegar a la costa del Índico, desde allí un barco lo transportaría hasta Inglaterra, donde fue enterrado en la Abadía de Westminster. Lo más asombroso de todo es que los nativos de la aldea donde murió se quedaron con su corazón para enterrarlo debajo de un árbol, porque todos decían que "su corazón ya formaba parte de África".

David Livingstone