El alma que ha visto, lo mejor posible, las esencias y la verdad, deberá constituir un hombre, que se consagrará a la sabiduría, a la belleza, a las musas y al amor. Platón, Fedro o de la belleza.
Perhaps he knew, as I did not, that the Earth was made round so that we would not see too far down the road. Isak Dinesen
Sólo vemos lo que miramos. Mirar es elegir. John Berger
Y cogeré hasta el final de los tiempos, las plateadas manzanas de la Luna, las doradas manzanas del Sol. William Butler Yeats

lunes, 29 de enero de 2018

Jumbo, un elefante para la historia





Nunca, desde que escribo en éste blog me había topado con la historia de un elefante. Jumbo, como así le llamaron fue algo más que un simple paquidermo. Su nombre está asociado al cine, a los aviones, a los juguetes...; todo aquello susceptible de medir la inmensidad podría ser comparado con Jumbo (exagerando un poco...)
Esta historia comienza en la segunda mitad del siglo XIX, un tiempo pretérito plagado de descubrimientos y de acontecimientos científicos. No parece relevante que un animal ocupe un relato o las páginas de los periódicos pero lo que cuento a continuación merece ser recordado. Nuestro elefante, que partir de hoy ya ocupa un lugar especial en mi memoria, nació en Abisinia, la actual Etiopía (un país situado en el Cuerno de África), en Diciembre de 1860. Al año y medio de edad fue capturado y llevado a la Ménagerie du Jardin del Plantes, una especie de "casa de fieras" situada en el jardín botánico de la ciudad de París. Un lugar  rodeado de invernaderos y estructuras acristaladas. 



Para situarnos un poco en el tiempo y en el espacio es necesario recordar el "gusto" europeo y americano por la exhibición de animales. La hegemonía de los estados que componían este cuadrilátero coleccionaba todo tipo de animales que provenían de África, Asia y Oceanía, una especie de orgullo nacional que llenaba circos, zoos, parques, avenidas y hasta Universidades. Y así fue como los zoos comenzaron a estar de moda en las capitales de las ciudades europeas. Cualquier especie pasaba a ser propiedad de adinerados lores, duques, princesas y principitos,  sin ningún respeto y por supuesto sin platearse cualquier peligro por su extinción. 

El gusto por este tipo de excentricidades tiene sus antecedentes en casos como el elefante que le regaló Luis IX de Francia a Enrique VIII de Inglaterra, y que mantuvo encerrado en otra "jaula de fieras" en la mismísima Torre de Londres en plena Edad Media. Aquellos eran tiempos de luchas fraticidas que se alargarían varios siglos.

Cuando Jumbo llegó a Londres ya venía bautizado, su nombre en lengua swahili significa "hola", una palabra fácil de recordar y de pronunciar. Su cuidador se llamaba Matthew Scott, un tipo que por las fotos de la época no ofrece ningún rasgo característico, salvo  por su mostacho y bombín.
Jumbo y Matthew pasaron exactamente 16 años juntos en el Zoo de Londres, entre exhibiciones, paseos, y bajo la mirada de miles de niños entre los que se encontraban el mismísimo Winston Churchill o Theodore Roosevelt. Todos querían subirse a la grupa de Jumbo cuando su altura alcanzó la friolera de 3,45 metros. 


Yo, como fiel seguidora de todo lo que hace Sir David Attenborough, acabo de visionar el último documental rodado por la BBC y que trata sobre la vida y muerte de este precioso y maravilloso animal. Son muchas las teorías que a lo largo de los años han especulado sobre la muerte de Jumbo, pero antes de llegar a su final vayamos por partes. En 1882 Jumbo fue vendido a un empresario estadounidense, PT Barnum que poseía un circo en la ciudad de New York. Los motivos de su venta se deben a que según parece, Jumbo sufría terribles dolores que se traducían en ataques de furia,  a si que Matthew recurría a galones de whisky para calmarlo. 
Un grupo de científicos ha trabajo "in situ" con el esqueleto de Jumbo que se encuentra en el Museo de Historia Natural de New York. Los expertos aseguran tras examinar cuidadosamente los huesos del animal que Jumbo sufrió dolorosas lesiones en su cadera "resultado del peso que debía cargar, paseando grupos de visitantes. Cuando miramos sus rodillas vemos todo tipo de modificaciones en el hueso que uno no esperaría ver en un elefante de esa edad". Este tipo de lesiones aparecen en elefantes de entre 40 y 50 años de edad pero no de 24.

Restos de Jumbo junto a Sir D: Attenborough

Jumbo murió junto a otro elefante llamado Tom Thum cuando estaban siendo embarcados en un tren que les llevaría a la localidad de St. Thomas, en Ontario, (Canadá). Se ha especulado mucho sobre las posibles causas de su muerte. Unos dicen que el guardagujas de la estación quedó fascinado ante el tamaño de Jumbo y se le olvidó cambiar las agujas, otros que murió tras ser arrollado por un tren de mercancías tras intentar salvar al pequeño elefante que le acompañaba...la cuestión es que Jumbo murió por el impacto brutal de una locomotora el 15 de Septiembre de 1885. En la foto tomada tras la muerte de Jumbo, se ve junto a su trompa a su fiel cuidador, Matthew, que según los relatos lloró desconsoladamente tras la muerte del animal.



Attenborough and Giant Elephant-BBC
American Museum of Natural History

miércoles, 3 de enero de 2018

¡Aún se compraba un pollo por un rublo!




Ha terminado un año en el que se han conmemorado los 100 años de la Revolución Rusa, un hecho histórico que nunca deja de sorprenderme. Yo he finalizado el 2017 con la lectura de un libro fascinante, un relato que todos deberían leer "El maestro Juan Martínez que estaba allí" de Manuel Chaves Nogales. Ed. Asteroide, 2013.




Su protagonista fue un tipo singular, tanto que a veces crees que todo es pura ficción. Juan Martínez, un burgalés joven y atrevido decide hacer de su vida toda una aventura, allá por 1914...y en París, lugar al que regresa años después. La crónica de sus avatares la recoge el gran periodista sevillano, Manuel Chaves Nogales (1897-1944) también exiliado en Francia y que maravillado por las andanzas y peripecias de Juan decide escribir un libro en el que se recogen todos y cada uno de los increíbles sucesos que le acontecen.
Juan Martínez era un bailarín de flamenco, de esos que te bailan un fandango, una bulería y que te tocan las palmas y hasta las castañuelas. Su arte, como buen buscavidas, tenía que cruzar fronteras a si que hizo las maletas y junto a su mujer, Sole, pusieron rumbo al París de 1914. Las cosas por entonces en España no iban nada bien, bueno como en casi toda Europa, en donde comenzaba a gestarse lo que en pocos meses desató la Gran Guerra (1914-1918), uno de los mayores desastres para la Humanidad.
La pareja fue pasando de cabaret en cabaret por media Europa, París, Constantinopla, Kiev...hasta que de manera casual y creyendo que su vida mejoraría ponen rumbo a Moscú justo cuando estalla la Revolución...el horror había comenzado...


Fotograma de la película "El acorazado Potemkin" (1925)

A partir de este momento el relato vibra, ya no sólo por el hecho histórico en sí, sino porque su protagonista se ve envuelto en una espiral de situaciones que le llevan a la extenuación y a la pura supervivencia.
No voy a desgranar la historia, la lectura del libro hace todo lo demás.

El encuentro entre Chaves Nogales y  Juan Martínez me parece de lo más acertado, vamos que era "obligado". En sus páginas desfilan todo tipo de calaña, desde asesinos, saboteadores, chivatos, hasta la propia Checa, la policía secreta que surgió de la Revolución y que castigaba de manera atroz y sanguinaria todo acto "contrarrevolucionario" o "desviacionista". Los miembros de la Checa eran denominados chequistas, vestían con chaquetas de cuero y eran capaces de cualquier cosa cuando se trataba de perseguir a alguien que iba en contra o que no era partidario de la Revolución. Las ejecuciones de la Checa se cuentan por millares, por no decir algún millón cuando instauraron el Terror Rojo.


Manuel Chaves Nogales

Manuel Chaves Nogales para los que no le conozcan fue un gran periodista, olvidado tras su muerte en Londres en 1944. Comenzó muy joven a trabajar en su ciudad natal Sevilla, como redactor de El Noticiero y La Noche. En 1920 se traslada con su mujer a Madrid en donde es nombrado redactor-jefe del Heraldo. Como dato curioso decir que Chaves ganó el premio más prestigioso del periodismo español, el conocido como premio Mariano de Cavia por su reportaje "La llegada de Ruth Elder a Madrid", la primera mujer que cruzó en solitario el Océano Atlántico en un Junker. A partir de este momento su carrera da un increíble salto, compagina su trabajo de periodista y el de reportero por toda Europa. En el año 1931 se convierte en director del diario Ahora, próximo ideológicamente a la figura de Manuel Azaña, incluso entrevistó a Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler.
Siempre estuvo al lado de la República cuando estalló la Guerra Civil Española y así fue hasta el final cuando ya tuvo que exiliarse a París donde le pilló también la ocupación nazi. Ya en 1940 pone rumbo a Londres donde permaneció cuatro años. Murió a los 46 años y allí está enterrado, en el cementerio de North Sheen Cementery de Richmond (su tumba no tiene lápida).

Chaves en la redacción del Heraldo

"El comunismo marchaba, pero yo no podía más. Me asfixiaba bajo el régimen soviético. Anhelando salir cuanto antes de la garra bolchevique, pensé marcharme a Odesa con el designio de embarcarme para Europa en la primera ocasión que se me presentase..." El maestro Juan Martínez que estuvo allí. Manuel Chaves Nogales