El alma que ha visto, lo mejor posible, las esencias y la verdad, deberá constituir un hombre, que se consagrará a la sabiduría, a la belleza, a las musas y al amor. Platón, Fedro o de la belleza.
Perhaps he knew, as I did not, that the Earth was made round so that we would not see too far down the road. Isak Dinesen
Sólo vemos lo que miramos. Mirar es elegir. John Berger
Y cogeré hasta el final de los tiempos, las plateadas manzanas de la Luna, las doradas manzanas del Sol. William Butler Yeats

lunes, 4 de junio de 2012

Henry Morton Stanley

Henry Morton Stanley

Proyectar un viaje implica dedicación absoluta, por lo menos en mi caso. Elegir un destino, elaborar un trayecto en coche, a pie o en barco...superar las muchos obstáculos derivados de los retrasos en los aviones, huelgas, pérdida de equipaje etc...; Intento imaginar a los viajeros y exploradores del siglo XIX, sin agencias de viaje, sin transporte aéreo, sin telégrafo, sin seguros médicos y con la absoluta certeza de elegir un destino que en ocasiones ni siquiera estaba señalizado en los mapas.
Por entonces y como comentaba en mi anterior entrada el oficio de explorador se puso de moda en el XIX. A esta figura mítica le acompañaba una aureola de exotismo, del placer por lo desconocido. Los protagonistas de tan arriesgada tarea podían verse envueltos en peligros inenarrables, terminar tus días cocinado en una olla gigante o simplemente tirado en la hamaca de tu tienda con una disentería, malaria, tifus o dengue, solía constituir un final trágico para muchos de los expedicionarios contratados a sueldo y sin mucho futuro en caso de retorno a la madre patria (si es que conseguían sobrevivir). El continente africano a mediados del siglo XIX se convirtió en el destino por excelencia para las múltiples expediciones europeas que plantaron su bandera en territorios vacíos de poder. Oro, diamantes, marfil, caucho, todo un elenco de riquezas comenzaban a tener un amo y señor. Nada escapaba a la fiebre desatada en Europa por adueñarse de tan suculento bocado.

Mapa Congo Belga 1896

El personaje que presento a continuación hizo de todo. Comenzó como corresponsal del New York Herald cubriendo noticias como la Revolución liberal de 1868 en España que tiró por tierra el trono de Isabel II de Borbón, así como el difícil caminar de la I República de ahí pasó a  la inaguración del Canal de Suez en el año 1869 para pasar a protagonizar una de las mayores hazañas por la que se le conoce: la búsqueda del explorador y misionero David Livingstone, desaparecido en África desde hacía unos cuantos años. De éste "curioso encuentro" hablo en mi anterior entrada pero la de hoy nos lleva a otra aventura tan singular como la anteriormente citada.
Hasta su encuentro con Livingstone, Henry Morton Stanley gozaba de una reputación intachable. Para los ojos europeos había sido capaz de encontrar al hombre que todos daban ya por muerto, es más, consiguió recuperar para la Royal Geographical Society esa hegemonía algo marchita tras la desaparición del misionero y  explorador. ¿Pero qué sucedió después?, parece que el ansia de conquista, de reconocimiento, de éxito se le subió a la cabeza, o por lo menos esa es la impresión que dio.
Stanley fue contratado en 1876 por el rey Leopoldo II de Bélgica (otro tipo ambicioso de la época) para organizar una especie de asociación científica y filantrópica denominada Sociedad africana internacional que en realidad encubría una empresa particular del rey, (lo cual no difiere mucho de los tiempos actuales, sin entrar en detalles...). Leopoldo II tras sus intenciones de introducir la civilización occidental y la religión en esa parte de África pretendía (como todo buen monarca de la época) adueñarse de aquellas tierras en beneficio propio. Stanley puso rumbo a lo que todos conocemos por el Congo Belga para negociar con los jefes tribales la concesión de aquellos terrenos, a cambio construyó algunas carreteras para abrir el país pero a partir de aquí es cuando desarrolló su lado o faceta más oscura. Se ganó la fama de asesino de nativos, contribuyendo a una de las páginas más oscuras de la historia del siglo XIX.

Encuentro entre Stanley y Emin Pasha. 1877

Ganada la fama de hombre duro e inquebrantable (una especie de Rambo) se lanzó al estrellato. Su siguiente y última misión (parece que hablemos de un agente secreto), fue la de rescatar a Mehmet Emin Bajá, (conocido como Emín Pasha), alemán, naturalista y físico, gobernador de la provincia egipcia de Ecuatoria, en el Alto Nilo, retenido por los seguidores de Muhammad Ahmad al Madhi (líder religioso-musulmán del Sudán egipcio). La expedición de lo que se conoce como el falso rescate de Emin Pasha partió de Inglaterra con rumbo a Zanzíbar, inicio de casi todas las expediciones europeas al continente negro. Tras varios días de negociaciones con el mercader de esclavos Tippu Tip, consiguieron un barco, el Madura, con porteadores y mercancías suficientes. Tras bordear todo el sur de África, la expedición arribó a Banana, en la desembocadura del rio Congo. De allí fueron al puerto de Matadi (principal puerto de la actual República del Congo y ciudad fundada por el propio Stanley en 1879) dirigiéndose a Léopolville (Kinshasa, la actual capital de la República del Congo).

Congo river

La zona oriental, conocida por Ituri, fue el tramo más complicado, las densas selvas hicieron mella en una expedición que pasó de los 389 hombres del principio a los 169 que lograron sobrevivir a las enfermedades, los enfrentamientos con los pigmeos, los negreros árabes y la propia severidad de Stanley. Continuaron viaje hasta llegar al Lago Alberto, conocido también como lago Mobutu Sese Seko (situado al oeste de Uganda, considerado una de las fuentes del rio Nilo), donde las últimas informaciones situaban a Emin Pasha. Curiosamente un 18 de Abril de 1888, Stanley recibe una carta escrita por el propio Emin en la que según los rumores le consta que hay cierta expedición de rescate financiada con dinero belga. Por fin se produjo el encuentro entre ambos. El alemán que vestía y actuaba como un africano, no mostraba ningún tipo de miedo o preocupación por lo que todos suponían sus raptores, es más, le hizo saber que no había razón para ningún tipo de "rescate". Ante tal evidencia ya sólo quedaba convencer al alemán para su viaje de vuelta, al que se negó. En este punto muerto de la expedición, infructuosa, Stanley ya sólo tenía en mente su viaje de vuelta. Tras cruzar medio continente en busca de un hombre que se negaba a regresar y que nunca había sido secuestrado, Stanley pone rumbo a la costa oriental. En realidad, Emin Pasha lo que hizo fue llamar la atención de lo ingleses para que fueran en su ayuda. Tras abandonar Egipto sus posesiones en el Sudán, el primer ministro egipcio, ordenó al alemán, Emin Pasha, evacuar la provincia junto a los 10.000 soldados que habían sido repartidos por los diferentes fuertes. Desde ahí hasta Zanzíbar, el alemán hubiera tenido que atravesar algo más de 2000 km de territorio enemigo, por lo que lanzó una llamada de rescate al mundo y en especial al Reino Unido para que acudiera en su auxilio, hecho que cubrió la ya menciona expedición de Henry Morton Stanley.



 A partir de este momento ambos europeos se separaran y emprenden el viaje de retorno cada uno por su cuenta, aunque por curiosidades del destino se reencontraron de nuevo muy cerca de Zanzíbar aunque tampoco para regresar juntos. Emin Pasha permaneció en la colonia alemana de Tanganica con el ofrecimiento de explorar su interior. Murió en 1892 durante su último viaje de exploración en tierras africanas, asesinado por un traficante de esclavos. Henry Morton Stanley continuó con su vida de reportero pero en tierras norteamericanas. Murió en Londres un 10 de Mayo de 1904. Su tumba en la iglesia de St. Michael en Surrey está cubierta por una losa de granito en donde puede leerse "Henry Morton Stanley, Bula Matari, 1841-1904, Africa". Bula Matari en lengua Kikongo (la lengua bantú hablada por los pobladores de los bosques tropicales de la República Democrática del Congo) significa "Breakstones" (El rompedor de rocas).



Works by Henry Morton Stanley