New York es la ciudad por la que pasan anualmente cerca de 100 millones de pasajeros procedentes de los tres aeropuertos de la región (el Aeropuerto JFK, La Guardia y Newark). Es difícil averiguar el volumen de viajeros que llegaban a la ciudad hace cien años. Por entonces Europa era el escenario de una migración masiva. Miles de personas empujadas por la miseria se embarcaron rumbo al nuevo continente con la esperanza de encontrar "algo mejor". La única manera de llegar era a través del Océano, cruzar las 3450 millas náuticas (6438 km) que separan Inglaterra de la Gran Manzana se convirtió en una aventura, más que nada porque sufragarse un pasaje en un vapor requería de unos ingresos altos y no todos disponían de dinero para hacerlo. Los que viajan en primera clase, es decir los aristócratas llegaban a pagar entre 260 y 80 libras por un camarote o suite de amplias dimensiones, incluyendo salas de estar privadas y camarotes para sus ayudas de cámara. Los que viajaban en segunda clase eran aquellos que habían alcanzado cierto rango en la sociedad, como profesores, funcionarios, comerciantes, pequeños terratenientes. El precio de sus camarotes podía oscilar entre las 15 y 70 libras. Los pasajeros de tercera clase solían ser familias que emigraban a los Estados Unidos procedentes de Irlanda, Inglaterra, Italia, Suecia, Bélgica...en la mayoría de los casos estos pasajeros lo habían vendido todo para poder pagarse un pasaje e intentar empezar de cero en América. Sus recursos económicos por lo tanto eran ínfimos y el camarote aún más. El precio medio de un pasaje rondaba las 7 libras, aunque muchos viajaban con billetes familiares que oscilaban entre las 25 y 40 libras.
Es curioso cómo incluso en un barco, trazando un perfil transversal sobre el mismo, podemos diferenciar las diferentes clases sociales, desde lo más bajo, las bodegas, a lo más alto, la cubierta y por consiguiente el privilegio a poder respirar aire puro.
Los medios de comunicación se sienten estos días muy cercanos a un hecho histórico que está a punto de cumplir cien años. Vaya, cómo gustan éste tipo de acontecimientos, (sobre todo a James Cameron que parece vivir obsesionado por las reliquias del barco). Las gentes que vuelven a oír la noticia en sus pantallas de televisión o bien los que lo leen en los periódicos, se les vuelve quedar cara de pócker. Soltamos un pequeño alarido o suspiro entrecortado en el que se mezclan morbo y desgracia.
El hundimiento del Titanic, un 14 de Abril de 1912, dejó boquiabiertos a medio mundo. La máquina de vapor con aspecto titánico pereció en las aguas de la manera más absurda. Un pedazo de hielo desprendido de otro gran iceberg provocó una de las mayores catástrofes humanas que se recuerdan. El Royal Mail Steamship Titanic, "Buque de vapor del Correo Real Titanic" era el segundo buque construido junto a un trío de transatlánticos conocidos como clase Olympic, los mayores y lujosos de su tiempo. La suerte tampoco acompañó a otro de los tres buques. El HMHS Britannic fue requisado en 1915 como barco hospital durante la I Guerra Mundial. El impacto de una mina lo hundió en el Mar Egeo siendo descubierto casi sesenta años después por el francés Jacques Cousteau.
El Titanic zarpó de Southampton el 10 de Abril de 1912 con destino a Cherburgo en Francia y después a Queenstown en Irlanda antes de adentrarse en el Océano Atlántico rumbo a New York. En estas dos escalas embarcaron sobre todo pasajeros de tercera clase, inmigrantes a los Estados Unidos. La historia de lo que sucedió dos días más tarde la conocemos todos. La colisión con el iceberg se produjo a las 23:40 en la noche del 14 de Abril. Todo sucedió muy rápido, el parte de daños realizado por el constructor del barco, Thomas Andrews, establece un pronóstico muy claro, el barco se hundiría en una hora, a lo sumo en dos. Y así sucedió. De las 2227 personas, entre pasajeros y miembros de la tripulación, tan sólo sobrevivieron 705 aproximadamente. El único buque que acudió al rescate del Titanic fue el Carpathia que tras recibir la señal puso rumbo al lugar del hundimiento. El Carpathia mandó a New York un 15 de Abril el primer telegrama con la noticia del desastre, dicho telegrama va a ser subastado después de cien años y se espera que su venta alcance la cifra de 100,000 libras (unos 121.204,309 euros). El mensaje Marconi decía lo siguiente "Deeply regret advise you Titanic sank this morning fifteenth after collision iceberg resulting serious loss life. Futher particulars later" (Lamento profundamente que el Titanic se hundió el decimoquinto día después de la colisión con iceberg resultando grave pérdida vida. Menciones complementarias posteriores).
Telegrama informando de la tragedia |
Puede parecer asombroso que hasta en una subasta internacional se llegasen a pagar hasta 50.000 libras por un juego de llaves de los lavabos de caballeros de primera clase. Cualquier objeto rescatado de las profundidades huele a dinero, hasta el más absurdo. Es curioso también el caso del vigía Frederick Fleet. Él fue quien avistó sin poder creerlo el iceberg a 500 metros y con una elevación de unos 30 metros. Gritó desde el mástil del barco ¡hielo delante! pero demasiado tarde, la maniobra "Full astern" (Atrás toda) no fue suficiente para evitar la colisión. Fleet se salvó del naufragio, sobrevivió a las dos guerras mundiales y finalmente se suicidó: ahorcándose.
Otra de las curiosidades que rodean al naufragio, la protagoniza Joseph Conrad. Resulta que en las bodegas del Titanic, entre el correo, viajaba un manuscrito de una obra suya, "Karain, a memory". Su destino final y fatal, las profundidades del Océano.
Me acabo de enterar de que Conrad (1857-1924) fue de los pocos escritores de entonces que escribieron sobre el hundimiento del buque. En "Algunas reflexiones sobre la pérdida del Titanic" artículo recogido en el libro Titanic, (Gadir, 1912), Conrad vierte durísimas críticas sobre las dos comisiones investigadoras de la catástrofe, comisiones formadas por los senadores norteamericanos y la inoperante Cámara de Comercio inglesa. El escritor defiende a los marinos supervivientes y critica la extravagante empresa comercial de botar un gigantesco hotel de lujo con cuatrocientos camareros y escasos botes salvavidas. Conrad escribe: "Resulta inconcebible pensar que haya gente que no pueda pasar cinco días de su vida sin una suite de hotel, cafés, banda de música y refinados placeres similares. Sospecho que el público no es del todo culpable de ello. Se les empujó hacia todas estas cosas en el curso normal de la competencia comercial. Si mañana se eliminaran todos estos lujos, el público seguiría viajando. No pierdo la esperanza en la Humanidad".