Henri Cartier-Bresson 1969 |
A ella le gustaba salir a pasear cada noche después del trabajo. Ese era el único momento del día en el que se podía respirar o por lo menos coger una bocanada de aire. El calor de aquellos días de Agosto se hacía insoportable, tedioso, lánguido, espeso. Tras una pequeña caminata por los alrededores del barrio decidió sentarse en una terraza y reposar, descansar el cuerpo y quizá, si su mente no le traicionaba también vagar entre pensamientos fugaces, mundanos.
Se pidió una cerveza muy fría y se encendió un cigarro. Entre tragos y bocanadas de humo entrelazaba sus piernas buscando una postura cómoda, pero no la encontraba. Sólo había una cosa que le hacía sentirse en quietud y era tatarear Blue Moon...you saw me standing alone, without a dream in my heart, without a love of my own...siempre pensó que le acompañaba Elvis Presley en momentos así, como cuando él la cantaba, en soledad. Ensimismada en la nada, alzó la vista y se encontró con una mirada. Sólo duró un instante, casi inapreciable, líquida y fugaz pero cargada de energía. No pudo contener por más tiempo sus ojos sobre los suyos, quizás porque sintió miedo, o quizás porque le gustaba demasiado lo que veía.
Distancias dilatadas.