El alma que ha visto, lo mejor posible, las esencias y la verdad, deberá constituir un hombre, que se consagrará a la sabiduría, a la belleza, a las musas y al amor. Platón, Fedro o de la belleza.
Perhaps he knew, as I did not, that the Earth was made round so that we would not see too far down the road. Isak Dinesen
Sólo vemos lo que miramos. Mirar es elegir. John Berger
Y cogeré hasta el final de los tiempos, las plateadas manzanas de la Luna, las doradas manzanas del Sol. William Butler Yeats

jueves, 23 de mayo de 2019

La belleza de los Castaños de Indias



"Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida...para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido"

"I went to the woods because I wished to live deliberately, to front only the essential facts of life. And see if I could not learn what it had to teach and not, when I came to die, discover that I had not lived" 


Walden (1854) by Henry David Thoreau










Alameda de Segovia-Mayo 2019





sábado, 2 de marzo de 2019

Frío y huevos en la Antártida


Wilson, Bowers y Apsley

Cuando uno empieza a coger años comienza a tener esa sensación de haber (re)vivido cosas del pasado, y no lo digo como si yo fuera más vieja que Matusallen, ese personaje del Génesis que según cuentan vivió la friolera de 969 años, sino porque las anécdotas y las coincidencias comienzan a ser muchas. 

Estos días, un amigo muy querido, Mauricio y su compañera de viajes y vida, Patricia, se han topado en Londres y de forma "casual"con un objeto que viene de la Antártida...  
Hace años, acaso unos diez, en uno de mis pasados cumpleaños, Mauricio me regaló un libro muy curioso. El título original del libro era "The Worst journey in the world", "El peor viaje del mundo", y en él se relataban las memorias sobre la expedición a la Antártida, conocida también como Expedición Terra-Nova (1910-1913) dirigida por el gran Robert Falcon Scott. 


Terra Nova

El libro fue escrito y publicado en 1922 por un superviviente de la expedición, Apsley Cherry-Garrard en el que se detallaban las dificultades y las penurias de tan difícil destino, todo ello cargado de una realidad apabullante. Según me escribe Mauricio desde Londres, aquel viaje que él guarda en su memoria, llevó a tres de sus expedicionarios a lo largo de  una travesía hacia un criadero de pingüinos emperador, lugar en el que recalaron para apropiarse de varios de los huevos y llevárselos para su posterior estudio. Su objetivo consistía en la posible demostración y relación que existió entre los reptiles y las aves, partiendo de la idea o premisa de que el pingüino emperador podría ser el ave más primitiva...




La cosa curiosa surge cuando nuestros viajeros se topan de lleno (y como si de una serendipia se tratase) con unos de los  huevos de aquel viaje. 
Así lo describe Mauricio: Pues esa lectura me impactó porque narra que buscando esos huevos les pilló una ventisca de mil demonios que hizo que se les volara la tienda. Apsley iba con Bowers y Wilson, que morirían junto a Scott. Finalmente consiguió traer el huevo y el director del museo (donde en la actualidad se exhibe), tomó el espécimen y lo despachó sin darle importancia apenas. Apsley entró en cólera porque no sólo se había jugado la vida sino que algunos la perdieron...



Los tres famosos huevos

Así relata Apsley la dureza de la Expedición: Yo había llegado a un grado de sufrimiento tal que en el fondo que me daba igual morir si no sentía mucho dolor. Quienes hablan del heroísmo de los vagabundos no saben bien lo que dicen. Sería tan fácil morir...bastaría con una dosis de morfina, una grieta acogedora y un plácido sueño. El problema es seguir adelante".


Foto tomada por Mauricio. El "huevo" de la Expedición.


Unos días después los tres expedicionarios consiguieron llegar al campamento base dónde les esperaban sus compañeros. Al verles llegar, Scott escribió: "El grupo del cabo Grozier regresó anoche tras soportar durante cinco semanas las peores condiciones de viaje de la historia. Jamás he visto a nadie tan maltrecho. Tenían la cara surcada de cicatrices y arrugas, los ojos sin brillo, las manos blancas y arrugadas".   Y todo sucedió por la búsqueda de tres huevos de pingüino emperador que fueron devorados por la burocracia inglesa y que a día de hoy se encuentran en el almacén del Museo de Historia Natural de Londres. Bueno, a excepción de uno que lo han llevado a una de las salas en Exposición y del que Mauricio da fe de ello...


Apsley Cherry-Garrard

sábado, 9 de febrero de 2019

La magia del Teatro Price




Existió un lugar mágico en Madrid, un espacio donde la música, la danza, el baile, cobraron vida en los escenarios, un lugar en donde el tiempo se detenía para no volver jamás.
Hace ya unos años descubrí de forma casual el Gran Teatro Price, y fue gracias a un cartel en el que la gran artista anfibia, conocida como Miss Niágara, ofrecía un espectáculo acuático-imagino que nuestra sirena se sumergía en las aguas de una gran piscina diseñada para tan singular evento-.
Aquella noche del 18 de Junio de 1883, el palco y la platea del teatro estaban a rebosar y, tras bambalinas los nervios a flor de piel. No había mayor espectáculo en Madrid para esa incipiente noche de verano...




El Price se concibió como un teatro para una época y para una ciudad repleta de espectáculos circenses, ópera, dramas, zarzuelas, en donde la pasión del público por la diversión y el ocio hacían de éstas artes un foco de atracción.
El Price, como todos lo conocían, fue fundado en el año 1853 por el domador de caballos Thomas Price, un empresario circense irlandés "clown" y "écuyer" que llegó a la capital procedente de Londres.  Price se hizo popular gracias al barracón de caballos que tenía muy cerca de la Plaza de toros, donde actuaban célebres compañías acrobáticas.  Por entonces Madrid podía presumir de muchas cosas; como capital de España acogía a gentes llegadas de muchos rincones de la península, fruto del éxodo rural y la incipiente industria del país. El aumento demográfico hicieron todo lo demás.
La buena acogida del público le llevaron a Price a levantar su propio Teatro en 1868. Situado en el terreno de un antiguo jardín en el paseo de Recoletos, en lo que hoy sería la esquina de la calle Bárbara de Braganza.





A mi me hubiera gustado asistir como espectadora a la noche del estreno en el que Miss Niágara dejó atónitos a cuantos asistieran a verla, una clara precursora de nuestra querida Esther Williams, a la que todos adorábamos de pequeños.




El éxito del Teatro hizo que en el año 1880 se inaugurara otro Price. Muerto ya nuestro domador de caballos, Thomas, el negocio pasó a manos del también domador ecuestre William Parish, quien encargó el diseño al arquitecto Agustín Ortiz de Villajos. La nueva ubicación del Teatro sería la Plaza del Rey, donde ahora se ubica la sede del Ministerio de Cultura. A William Parish le sonrió la suerte, se casó con la ahijada de Price, Matilde de Fassi y de esa manera heredó el teatro y su dirección.

Orquesta Teatro Price, principios siglo XX


El Price pasó por diferentes etapas, desde un cambio en su nombre-en homenaje a su nuevo propietario-Circo de Parish-así como su reconstrucción por el bombardeo que sufrió durante la guerra civil que lo destruyó casi en su totalidad. Por sus escenarios han pasado todo tipo de artistas de diferentes épocas, desde espectáculos de revista con Mary Santpere, a conciertos legendarios como el de Prince, y otros recientes de artistas americanos como Sufjan Stevens, del que soy muy fan.