El alma que ha visto, lo mejor posible, las esencias y la verdad, deberá constituir un hombre, que se consagrará a la sabiduría, a la belleza, a las musas y al amor. Platón, Fedro o de la belleza.
Perhaps he knew, as I did not, that the Earth was made round so that we would not see too far down the road. Isak Dinesen
Sólo vemos lo que miramos. Mirar es elegir. John Berger
Y cogeré hasta el final de los tiempos, las plateadas manzanas de la Luna, las doradas manzanas del Sol. William Butler Yeats

sábado, 9 de febrero de 2019

La magia del Teatro Price




Existió un lugar mágico en Madrid, un espacio donde la música, la danza, el baile, cobraron vida en los escenarios, un lugar en donde el tiempo se detenía para no volver jamás.
Hace ya unos años descubrí de forma casual el Gran Teatro Price, y fue gracias a un cartel en el que la gran artista anfibia, conocida como Miss Niágara, ofrecía un espectáculo acuático-imagino que nuestra sirena se sumergía en las aguas de una gran piscina diseñada para tan singular evento-.
Aquella noche del 18 de Junio de 1883, el palco y la platea del teatro estaban a rebosar y, tras bambalinas los nervios a flor de piel. No había mayor espectáculo en Madrid para esa incipiente noche de verano...




El Price se concibió como un teatro para una época y para una ciudad repleta de espectáculos circenses, ópera, dramas, zarzuelas, en donde la pasión del público por la diversión y el ocio hacían de éstas artes un foco de atracción.
El Price, como todos lo conocían, fue fundado en el año 1853 por el domador de caballos Thomas Price, un empresario circense irlandés "clown" y "écuyer" que llegó a la capital procedente de Londres.  Price se hizo popular gracias al barracón de caballos que tenía muy cerca de la Plaza de toros, donde actuaban célebres compañías acrobáticas.  Por entonces Madrid podía presumir de muchas cosas; como capital de España acogía a gentes llegadas de muchos rincones de la península, fruto del éxodo rural y la incipiente industria del país. El aumento demográfico hicieron todo lo demás.
La buena acogida del público le llevaron a Price a levantar su propio Teatro en 1868. Situado en el terreno de un antiguo jardín en el paseo de Recoletos, en lo que hoy sería la esquina de la calle Bárbara de Braganza.





A mi me hubiera gustado asistir como espectadora a la noche del estreno en el que Miss Niágara dejó atónitos a cuantos asistieran a verla, una clara precursora de nuestra querida Esther Williams, a la que todos adorábamos de pequeños.




El éxito del Teatro hizo que en el año 1880 se inaugurara otro Price. Muerto ya nuestro domador de caballos, Thomas, el negocio pasó a manos del también domador ecuestre William Parish, quien encargó el diseño al arquitecto Agustín Ortiz de Villajos. La nueva ubicación del Teatro sería la Plaza del Rey, donde ahora se ubica la sede del Ministerio de Cultura. A William Parish le sonrió la suerte, se casó con la ahijada de Price, Matilde de Fassi y de esa manera heredó el teatro y su dirección.

Orquesta Teatro Price, principios siglo XX


El Price pasó por diferentes etapas, desde un cambio en su nombre-en homenaje a su nuevo propietario-Circo de Parish-así como su reconstrucción por el bombardeo que sufrió durante la guerra civil que lo destruyó casi en su totalidad. Por sus escenarios han pasado todo tipo de artistas de diferentes épocas, desde espectáculos de revista con Mary Santpere, a conciertos legendarios como el de Prince, y otros recientes de artistas americanos como Sufjan Stevens, del que soy muy fan.