Wilson, Bowers y Apsley |
Cuando uno empieza a coger años comienza a tener esa sensación de haber (re)vivido cosas del pasado, y no lo digo como si yo fuera más vieja que Matusallen, ese personaje del Génesis que según cuentan vivió la friolera de 969 años, sino porque las anécdotas y las coincidencias comienzan a ser muchas.
Estos días, un amigo muy querido, Mauricio y su compañera de viajes y vida, Patricia, se han topado en Londres y de forma "casual"con un objeto que viene de la Antártida...
Hace años, acaso unos diez, en uno de mis pasados cumpleaños, Mauricio me regaló un libro muy curioso. El título original del libro era "The Worst journey in the world", "El peor viaje del mundo", y en él se relataban las memorias sobre la expedición a la Antártida, conocida también como Expedición Terra-Nova (1910-1913) dirigida por el gran Robert Falcon Scott.
El libro fue escrito y publicado en 1922 por un superviviente de la expedición, Apsley Cherry-Garrard en el que se detallaban las dificultades y las penurias de tan difícil destino, todo ello cargado de una realidad apabullante. Según me escribe Mauricio desde Londres, aquel viaje que él guarda en su memoria, llevó a tres de sus expedicionarios a lo largo de una travesía hacia un criadero de pingüinos emperador, lugar en el que recalaron para apropiarse de varios de los huevos y llevárselos para su posterior estudio. Su objetivo consistía en la posible demostración y relación que existió entre los reptiles y las aves, partiendo de la idea o premisa de que el pingüino emperador podría ser el ave más primitiva...
La cosa curiosa surge cuando nuestros viajeros se topan de lleno (y como si de una serendipia se tratase) con unos de los huevos de aquel viaje.
Así lo describe Mauricio: Pues esa lectura me impactó porque narra que buscando esos huevos les pilló una ventisca de mil demonios que hizo que se les volara la tienda. Apsley iba con Bowers y Wilson, que morirían junto a Scott. Finalmente consiguió traer el huevo y el director del museo (donde en la actualidad se exhibe), tomó el espécimen y lo despachó sin darle importancia apenas. Apsley entró en cólera porque no sólo se había jugado la vida sino que algunos la perdieron...
Así relata Apsley la dureza de la Expedición: Yo había llegado a un grado de sufrimiento tal que en el fondo que me daba igual morir si no sentía mucho dolor. Quienes hablan del heroísmo de los vagabundos no saben bien lo que dicen. Sería tan fácil morir...bastaría con una dosis de morfina, una grieta acogedora y un plácido sueño. El problema es seguir adelante".
Unos días después los tres expedicionarios consiguieron llegar al campamento base dónde les esperaban sus compañeros. Al verles llegar, Scott escribió: "El grupo del cabo Grozier regresó anoche tras soportar durante cinco semanas las peores condiciones de viaje de la historia. Jamás he visto a nadie tan maltrecho. Tenían la cara surcada de cicatrices y arrugas, los ojos sin brillo, las manos blancas y arrugadas". Y todo sucedió por la búsqueda de tres huevos de pingüino emperador que fueron devorados por la burocracia inglesa y que a día de hoy se encuentran en el almacén del Museo de Historia Natural de Londres. Bueno, a excepción de uno que lo han llevado a una de las salas en Exposición y del que Mauricio da fe de ello...