El Hombre del Río solía caminar largas horas durante la puesta de sol, justo cuando al atardecer, se encuentran las sombras y los últimos rayos de sol juegan con el final del día.
Solía descansar sobre la hierba fresca, tumbado o sentado, plácidamente, sin prisas, oteando el paisaje.
Su mirada se perdía entre los chopos y los álamos, buscando un horizonte boscoso. Así, de esa manera, su cuerpo languidecía anhelando sueños y deseos, sin más intención que la contemplación de un paisaje, invariable ante la inminente oscuridad que cada anochecer acontece.
Su respiración, entrecortada, se acotaba en pensamientos fugaces. Ya sólo se oía el rumor del agua en la planicie verde, en ese jardín deseado que vuelve recurrente a mi mente...
Su camino de vuelta a casa transcurría al lado del río, donde los sonidos de la noche se acentuaban a cada paso, sin prisa y en silencio.
Así es como El hombre del Río busca cada atardecer su lugar en el mundo, entre las luciérnagas de la noche.
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Nick Drake-"Riverman" (1969) (posiblemente, una de las canciones más bellas que se han escrito)